Soy artivista y mi propósito en la vida es contribuir a la construcción del organismo social como una obra de arte, situación a situación, acción a acción. 
¿Y cómo se hace eso? Poniéndole conciencia. Conciencia que implica determinación y autonomía personal para de ahí, cooperar con otras personas y conjuntamente, en red, cocrear cuerpos mayores. 
Con ese propósito, durante los últimos 30 años, he transitado 3 etapas: primero pinté el conflicto; después busqué soluciones a los conflictos; y, finalmente, habité el conflicto. 
En una primera etapa fui consciente de ser pintor. Tenía una interpretación para el mundo. Estudié y me licencié en Bellas Artes. Viajé a «Lat-indo-américa» y pinté los impactos de la guerra y de la desigualdad. 
En una segunda etapa puse los pinceles al servicio de otras personas. Entré en el Centro de Investigación para la paz Gernika Gogoratuz y experimenté un proceso inverso al que preconizara Mao Tse-tung en Yenan: en vez de templar mi arte hacia el nivel comprensible del no-artista, fueron personas no-artistas quienes templaron mi “realismo social” hacia el grado de evolución de los Estudios de Paz. Desde Gernika desarrollé la metodología ‘Dia-Tekhnē o Diálogo a través del Arte’ consistente en acercar los instrumentos del arte a cualquier persona o colectivo para que recreen la construcción democrática a través de tres espacios: la «casa individual» para la participación sin exclusión; la «calle interpersonal» para la tolerancia mutua, la empatía y la alteridad; y la «plaza colectiva» para la cocreación de un contrato grupal o acuerdo de convivencia. Los frutos de Dia-Tekhnē fueron abundantes: más de 30 intervenciones internacionales; innumerables intervenciones locales; y una veintena de publicaciones entre libros, catálogos, capítulos y artículos. Hasta que ese ciclo se agotó. 
Y en una tercera etapa, me sumergí en las entrañas de los conflictos individuales, interpersonales y grupales. Me formé tanto en diversas tecnologías sociales —Teoría ‘U’ o Laboratorio del Cambio, Trabajo de Procesos, Teatro Foro y Facilitación Sistémica— como en mecanismos alternativos de resolución de conflictos —mediación y negociación basada en intereses— y, entonces, me dispuse yo mismo como ‘facilitador’ al servicio de otras personas y colectivos. Diseñé herramientas e itinerarios de diálogos difíciles y de construcción de paz, y acompañe numerosos procesos de participación ciudadana y cambio organizacional. 
Después de tres décadas todo este bagaje se sintetiza en una acción sencilla, que es más bien una actitud laboriosa y compleja: la escucha. 
Los últimos tres años (2019-2022) colaboré con la Comisión de la Verdad de Colombia y fui contratado por Naciones Unidas como consultor para acompañar a los equipos de reconocimiento y acompañamiento psicosocial. Dicha experiencia me permitió escuchar colectivos de víctimas desgarradas y también victimarios responsables de crímenes atroces para ayudarlos en el camino de reconectar con la vida.